Ignasi Bosch

Mira quién habla...

Hablar sirve para muchas cosas. Por ejemplo y sobre todo, sirve para hablar de uno mismo, incluso cuando ese no sea el tema de conversación.

Escuchar puede que no sirva para tantas cosas pero sí básicamente para una, aprender. Aprender, por ejemplo, cómo es el que habla.

Ese sería un fundamento básico a partir del cual ir levantando pisos de datos, adjetivos, detalles, fonemas y gestos.

En mi situación actual me veo muy amenudo inmerso en situaciones en las que se presta más a escuchar que a emitir, por razones óbvias. Y aunque los lugareños, y no lugareños ya que por aquí transitan almas venidas de absolutamente todos los puntos cardinales, escuchan con interminable paciencia y colaboran en cuanto les consultas si esto o aquello se dice así o asá; cabe decir que me siento más agusto ejerciendo de receptor que de emisor. Algunos de vosotros habéis sufrido en alguna que otra ocasión mis arrebatos de incontinencia verbal, que con dos copas (de lo que sea) por banda y viento en popa a toda vela soy capaz de hablar del tema que quieras durante el tiempo que haga falta. Pues aquí va distinto, mira por donde. Otro día os hablo de las conclusiones escapistas e incendiarias a las que he llegado respecto a eso.

Retomando el hilo... a medida que las conversaciones se desarrollan y se discuten temas más abstractos, técnicos o complejos, resulta realmente difícil entender exactamente todas y cada una de las palabras articuladas. Si nos ponemos en contexto, la gran mayoría de esas conversaciones tienen lugar en pubs (lo que vendrían a ser bares, no los pubs “puncha-puncha” a los que nos referiríamos allí-(aquí)), de manera que a la que se llega a ese nivel, la cerveza juega un papel importante en la ecualización de la voz y la agilidad de la lengua provocando una dificultad añadida en la comprensión auditiva. Y es justamente en ese punto cuando se activa un mecanismo francamente prodigioso. Se ponen en guardia todos los sentidos y a una velocidad de miedo el cerebro va comparando cada una y almazenando las palabras que consigue reconocer, intenta rellenar los huecos según el contexto global y las otras palabras reconocidas, a la vez que observa reacciones del resto de oyentes e interpreta los gestos y miradas del emisor. Detectando cuándo se trata de una parte importante del desarrollo, cuándo un ejemplo de relleno o cuándo un chiste o broma. Simplemente asombroso.

En realidad es una situación que todos hemos vivido o seguimos viviendo de vez en cuando. En sitios donde la música está fuerte o cuando alguien no acaba de vocalizar, por poner dos ejemplos.

Aquí tan sólo resulta un poco más divertido, la última que me viene a la cabeza fue hace una semana y la escena es la siguiente:

En una mesa grande, un francés, un chino, un italiano y una italiana, dos irlandeses, una rumana, una alemana, un suizo, un americano y un servidor hablando de las distintas maneras que gestionan la memoria temporal los motores para las interfaces gráficas de python y c++. No hay chiste que supere eso.


Aventuras y desventuras isleñas: