Ignasi Bosch

Bares, qué lugares I

Se gustan, no cabe duda. Absolutamente todo refuerza esa conjetura. El tono de voz es ávido, musical. Las miradas, nerviosas. Los temas, aleatorios pero sin silencio entre ellos. Encadenándolos inconexamente con una sincronía asombrosa. De dietas vegetarianas a grupos de música, de lugares paradisíacos a la situación de algún amigo en común. Es igual, todo encaja con una compenetración casi ensayada.

Los dos están atentos, pendientes. En ella se distingue cierto interés de más. Cosa que él parece reconocer y gestiona poniéndose en estado como de “oposición”. Es el único que pone “peros” a los argumentos que surgen.  Pero incluso eso tan sólo sirve para avivar la conversación, para generar debate, aburrido sería estar de acuerdo en todo. Ella exhibe una sonrisa casi permanente, tan sólo se desdibuja cuando el tono o el contenido adquiere matices algo más delicados. A él lo tengo de espaldas pero puedo asegurar, por el timbre de su voz, que no sonríe tanto.

Él pregunta la hora, “…no fotis!”.
- “Ho sento…” dice ella, “… si has de fer coses…”
-“No, que va, no passa res…” dice él.

Aún así no tardan en marchar. Él utiliza el viejo truco de ir al servicio y aprovechar el regreso para pagar la cuenta. Aunque esta vez el camarero tarda un poco más de lo previsto ya que está atendiendo unas mesas de la terraza. Ella se percata desde el primer momento, pero se hace la despistada. Eso genera el consecuente debate del “…què fas, no calía… a la propera pago jo”. Eso tantea un próximo encuentro, deseado por ambos.

Al salir se cruzan con un señor, mayor, de paso lento y movimientos perezosos. El cual se pide una cerveza y al sentarse en el taburete, de forma lenta y perezosa, estira la espalda a la vez que genera un sonido placentero entre gemido y suspiro. Comenta el evento del mes, “calamarenys”. Una ruta gastronómica centrada en el calamar, especialidad del lugar. Lo curioso es que el hombre repite el comentario hasta cinco veces, el mismo, articulado exactamente de la misma forma en una especie de “deja-vu” recursivo. Instantes después parece simplemente desaparecer, centrado en su cerveza.

Dos chicas que estaban en el local pagan su cuenta y se dirigen a la puerta, dos chicos que estaban tomando sus copichuelas cerca de la entrada se fijan y entablan una conversación de frases cortas pero incisivas. Es curioso como a veces las matemáticas ejercen su magia. Dos y dos son cuatro, pero a su vez más cosas, cosas que uno y uno son incapaces de genrar.

Por último aparece al que llamamos cariñosamente “Radio Marina”. Es un chico/señor con algún tipo de deficiencia mental, diría que autismo pero en realidad no tengo ni idea. Es un tipo que a la primera impresión genera cierto respeto por su envergadura, pero que acaba por ser una especie de “oso amoroso” gigante con temas de conversación algo surrealistas, como por ejemplo la calidad de la señal de Radio Marina.

Por si no lo he dicho nunca…. Me encantan los bares…


Aventuras y desventuras isleñas: