Rutina… qué palabra tan peligrosa. Entendida, claro está, como esa automatización del día a día que acaba por ocultar todo aquello que no es nuevo. Y oculto detrás de ese manto se nos escapa de los sentidos un sinfín de experiencias que pasan del todo inadvertidas. Ese trayecto en coche de casa al trabajo por ejemplo. Llegas a casa y eres incapaz de recordar haberlo hecho. Un piloto automático toma el mando mientras tú navegas en tu cabeza por otros mares. Es en cuanto cambia algo del escenario cuando de pronto los sentidos vuelven a ponerse en modo receptivo y capturan el máximo de información de nuevo.
Algo parecido experimenté a mi llegada a la isla. Un sólo día abarcaba en su interior un abanico de posibilidades tal que casi no daba abasto. Con el fin de dejar testimonio de ello nació esta sección.