Poco a poco los objetivos de los distintos programas iban llegando a su consecución. No se consiguió finalizar la totalidad de ellos, pero sí los más prioritarios, sí los más necesarios para el buen transcurso del Proyecto. Aquellos que no se cumplieron lo harían más tarde una vez emprendido el trayecto, en los distintos laboratorios dispuestos en el Arca.
En un instante de reflexiva pausa el hombre se disponía a emprender el obligado éxodo. A sus espaldas quedaba el legado ancestral, todo lo hecho, todo lo conseguido; su historia y su identidad, su cuna y su casa. En ella creció y se hizo hombre, en ella se reconoció a sí mismo y entendió su entorno. Esa tierra que le había mecido y acompañado quedaba ahora atrás para siempre, ya sólo existiría en un frágil recuerdo colectivo luchando por no ser olvidada. Y en frente aguardaba el infinito, el abismo, el silencio que retumba y aterra; la esperanza y el anhelo, el futuro y el destino.
Era imposible aventurarse en conjeturas, cualquier hipótesis quedaría a años luz de la verdad, literalmente. Ya sólo restaba respirar profundamente y embarcar.
No quedaba más tiempo, era el momento de comprobar que todos esos años de inagotable investigación, de esfuerzos desesperados y lo más importante de todo, todo ese sufrimiento de tantísima gente, si todo eso realmente valió la pena. Todo estaba listo, era el momento de partir con rumbo al infinito.