Este seguramente sea el escrito más antiguo del libro entero.
Y tiene muchos de los atributos característicos de cualquier mente adolescente: Incomprensión, incoherencia, inconformismo, detalles épicos y una pizca de incontinencia verbal, aunque en su momento, sinceridad y pasión. Quizá deberíamos embriagarnos de vez en cuando con el elixir de la adolescencia para acordarnos de esa inocente pero sincera pasión.
Todo es tan nuevo y atemporal que convierte cualquier momento en memorable, si supiéramos imprimir ese ímpetu y entusiasmo a voluntad dispondríamos de una de las más potentes armas para afrontar y decidir, para ser más valientes en muchos momentos de nuestras vidas.
Todos los años acumulados nos hacen ser mucho más cautos. Cautos para conservar, cautos para no retroceder, cautos para no perder nada de lo que se supone que hemos adquirido, incluso a veces sin tener un criterio muy claro de si lo que tenemos es bueno o no tan bueno, en esencia el tiempo nos inyecta miedo a cambiar.
Si un adolescente puede caracterizarse por ser tozudo en llevar la contraria, el adulto podría serlo por todo lo contrario, es decir, ser tozudo en seguir la corriente. A veces, incluso, a expensas del sentido común.
Los rasgos adolescentes en personas adultas se atribuyen básicamente a personas inmaduras, pero yo sigo considerando que son claros síntomas de una buena higiene mental.
¿Queda algo de adolescente en ti?