Ignasi Bosch

Ciudad Invierno I

Joven, aléjese de ciudad invierno. Es el mejor consejo que puedo darle. Y aunque sé que tarde o temprano acabará irremediablemente de nuevo cayendo en sus fauces, lo mejor que puede hacer es demorar al máximo ese momento. – Con esas palabras advirtió el hombre viejo a ese joven curioso cuando preguntó por la razón de su marcha.

Probablemente no me haga caso, pero sepa una cosa: Las visitas a ciudad invierno dejan tras de sí un desalentado cúmulo de nudos sin deshacer. Un rastro algo sombrío, una fatiga desordenada. Las palabras se aprisionan en antiguas celdas minúsculas y grises. Prácticamente todas sus calles guardan en su regazo pretéritos pensamientos espontáneos surgidos en trayectos con procedencia y destino. Incluso muchísimas de ellas retienen imágenes o escenas concretas. Escenas en tonos sepia con banda sonora de un solo de violín mordisqueando la nostalgia, a bocados pequeños y certeros, haciéndola sangrar. Y la larga exposición a su atmósfera te impregna las suelas de los zapatos de un lodo denso que no se despega llegando a cubrirte casi por completo.
Pero existe, aunque parezca imposible, algo peor a todo eso. Y es el momento en que ese invierno cala en el corazón, entonces, joven amigo, no existe antídoto. No sé si es ya demasiado tarde o no, pero más le vale estar usted atento, por su bien.


10:01: