Retorno o regreso. Es cierto, se parecen, pero regresar me induce cierto sabor a retroceso. En cambio retorno me sugiere más bien la suma del camino de ida más el de vuelta. Que aunque los dos terminan en el mismo punto, el punto de partida, ambos difieren en la calidad del trayecto, por así decirlo.
Casi sin darnos cuenta alternamos uno y otro a lo largo de la vida, el reto es saber diferenciarlos.
En demasiados momentos nos acabamos encontrando en esa zona reconocida y resonante. Esa situación recurrente que, sin saber apenas como, nos atrapa de manera asidua con distinto guionista y diferente decorador pero con el mismo director y protagonista. Si es retorno no hay peligro, la saga puede permitirse ciertos guiños a episodios anteriores como parte de la trama, esos momentos entrañables que emanan vestigios de nostalgia. La nostalgia es un pesar a destiempo, una alegría mal digerida que te colma el alma con un suspiro desatendido, una ilusión desmedida abultada por el hueco. Si se trata de regreso pudiera ser buen momento para detenerse y calibrar la maquinaria. Que aunque signifique un alto en el camino, una pausa en el viaje, un retardo en la llegada; ahorraría pasos del todo infructuosos, andares por completo infecundos y destinos por completo aborrecidos.
El retorno es añoranza el regreso cobardía.