Y casi no se nota, pasa de manera tan sutil que apenas se percibe. Como una herramienta implacable de ebanistería cada día que pasa se desliza sobre la superficie limando y adentrándose. Tras de sí dos efectos: la forma que, movimiento a movimiento, va definiéndose a su vez que un rastro de partículas desprendidas, que no sobrantes, van cayendo al suelo. Serrines con infinidad de formas. Ideas, referencias, conjeturas y un sinfín de entidades componen el ecléctico residuo, por así llamarlo. Lo restante es una suerte de patrones, enfoques y algún que otro prejuicio tejidos casi al azar. Quizá por eso resulte tan difícil confeccionar nuevas formas de la nada, ya que eso requiere de martillo, escarpa, valor y mucha imaginación.
Sería interesante saber dónde se guardan los bloques vírgenes para poder echar mano de ellos en cuanto se requiriesen. ¿Sería posible eso?
Ebanistería
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