El pensamiento de hoy quizá roce un tanto el cinismo. A pesar de ello, como es algo que me ha rondado en más de una ocasión por la cabeza lo dejo aquí escrito, así cabe la posibilidad de que se quede ahí.
Un día me compré una planta, nunca antes había tenido ninguna. Por desinterés, descuido, lo que sea. La cuestión es que por primera vez tendría una planta en mi casa. Los primeros días le prestaba especial atención ya que esas tonalidades verdes eran la novedad en la gama colora del lugar. Al principio no nos acabamos de entender en lo que a cantidad de agua requería ese ser vegetal. Al cabo de unos días las hojas estaban como decaídas y algo arrugadas, el problema era que no sabía si la causa era falta de agua o exceso de ella. Finalmente encontramos un punto medio y la cosa pareció funcionar. En el momento de comprarla ya me encargué de escoger una no demasiado delicada ni exigente, para asegurar un poco el tiro. Si la cosa prosperaba la idea era adquirir más y distintas piezas. El tema es que con el tiempo un día se me cruzó en la cabeza la alocada idea de pensar que en realidad lo único que estaba haciendo era mantenerla viva. Poco más. Cada dos o tres días en época húmeda, o cada uno o dos en época seca, me disponía a proporcionarle un poco de agua. Eso era todo. Nuestra relación no iba más allá de eso, aunque bien mirado ¿cuánto más se puede ir? De todas formas seguía pasándome ese pensamiento sobretodo en el momento de regarla. El resto del día ni aparecía por mi cabeza, incluso en más de una ocasión se me pasó por alto regarla.
Hace unos años tenía tres gatos, obviamente no son plantas, se mueven, hacen ruido y tienen necesidades mayores que un simple vegetal… pero ¿hasta qué punto exactamente, visto en un marco general, cambia tanto? Básicamente me limitaba a mantenerlos vivos, con algo más de interacción, lógicamente, pero mi función era básicamente esa. Ellos comían, dormían, hacían sus necesidades y de vez en cuando, cuando les apetecía, se acercaban a reclamar algo de afecto.
La pregunta del millón, ¿y nosotros? ¿Qué hacemos a parte de mantenernos con vida? Y todo eso que se supone que hacemos ¿realmente nos dista tanto de mi planta? Dadle vueltas, pero las justas, que demasiadas vueltas dan respuestas que asustan.