Ignasi Bosch

Ficción imperfecta

Deseo compartir una pequeña gran confesión nocturna, que a pesar no ser ninguna revelación para mí sí que lo supuso en lo que yo llamo el ‘click’. Ese momento en el que algo se revela, algo se descubre ante tus ojos, que a pesar de que siempre estuvo allí hasta ese momento no se desvela. Situémonos en contexto. Te dispones a contar una historia, no importa cual. Para hacerlo usas el viejo recurso de poner en el centro de la acción un personaje ficticio. Eso ayuda a separarse, aún que sea tan sólo un poco, de los prejuicios propios y darle una visión más global, más genérica en cuanto al contexto a su vez que concreta en cuanto a situación. El foco vendría a ser lo que se denomina ‘el protagonista’ de tu historia. Pues sucedió lo siguiente: cuanto más pretendía hacerlo perfecto, menos afín era. A medida que con más defectos lo ‘aliñaba’, por así decirlo, más interesante resultaba. Sus vicios, obsesiones, manías etc. Lo convertían en un ser mucho más entrañable. Lo dotaban de una profundidad que de lo contrario apenas tendría. Sus excesos y debilidades abrían un abanico de posibilidades infinitas. Lo enriquecían de tal manera que me dejaron colapsado. Y no hablo en términos únicamente literarios. Ese cabrón resultaba encantador. No hace falta decir que su mundo, su realidad seguramente no resultaba ser tan fascinante, él sufría las consecuencias de sus colmos pero a pesar de ello seguía envidiando a ese ser desdichado, no por su desdicha sino por el intrigante hecho de ser de esa forma. No lo acuño a un simple sentimiento empático, en momentos rozó la envidia, sana por supuesto, pero envidia al fin y al cabo.


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