Esa extraña sensación de cuando visitas un pueblo o ciudad por primera vez. Te creas una especie de mapa mental donde no sólo se dibuja una cartografía aproximada, va algo más allá. Se dibujan también colores, olores meras sensaciones, a veces incluso sin percatarnos de ello. Si sigues visitando ese lugar, sin apenas ser conscientes de ello, va cambiando el mapa. No sólo completándose o complementándose. Cambia literalmente. Cuando pasa a ser un lugar ya conocido, estampado, el mapa es completamente diferente y piensas… ¿cuándo cambió que no me di ni cuenta?. La cuestión es que el lugar apenas cambió, sencillamente la manera de percibirlo.
Es más que posible que con las personas ocurra lo mismo. A pesar de que es de sobra conocida la expresión de que ‘la primera impresión es la que cuenta’, al cabo de un tiempo miras a tu lado y la persona que está ahí parece otra totalmente distinta de la que estuvo la primera vez, el primer instante. No hablo del cambiar de las personas ni nada de eso, me refiero como el mapa mental de la ciudad, cambió la manera de verlo y percibirlo. ¿Cómo puede cambiar tanto? Teniendo en cuenta tal hecho hace replantearse el tener una opinión concreta de nada ni nadie porque lo más probable es que cambie y no te des ni cuenta. Hasta llegar al punto de que tus sentidos te estarán contando una versión y tu mente, que siempre va más lenta, seguirá aferrada a la idea anterior. Pero eso será en otros diez minutos.