Ignasi Bosch

Deambular nocturno

De noche, por la calle, la gente desconocida parece incluso más desconfiada, te mira de refilón intentando aparentar una forzada naturalidad sin conseguirlo ni por asomo. Notas que en el justo momento de cruzar vuestros caminos se crea misteriosamente un instante de silencio, un silencio tenso, y seguidamente un ahogado suspiro de alivio.

La calma de la noche se veía ligeramente manchada, en alguna ocasión, por el lejano eco de algún televisor que se escapaba por alguna ventana abierta de par en par…. Este calor es insoportable, de manera que hay gente que distrae el bochornoso insomnio con imágenes del usual aparato y trata de vencerlo por aburrimiento.

Yo volvía de tu casa, de la tuya a la mía… andando, recordando las últimas horas. Como siempre que nos despedimos, me quedo palpando y saboreando los minutos más intensos una y otra vez,  siempre los hay. En alguna que otra ocasión nos despedimos por la mañana somnolientos y con los ojos rojos, tú bajando de mi coche y ambos con fundadas dudas de si existiría una próxima vez.

El hecho es que en esta ocasión a mi coche le dio  pereza arrancar, “demasiado temprano” pensé yo, y entre bostezos nos dejó claro que hoy nos tocaría andar.

De camino a tu casa la conversación ha ido de alternativas, alternativas reales ordenadas por prioridades, teniendo en cuenta ventajas, inconvenientes, a medio plazo a largo. Lo genial está claro, que la “loca de la colina” se viniese, lo peor también está claro… Minutos antes, las alternativas eran imaginarias, hechas a medida, puestos a escoger…

Hablamos de eso justo antes de que te pusieras a reír por nada, o por todo…con las mejillas sonrojadas y gotas de sudor en tu cara… y esa sonrisa que dibujas cuando consigues arrebatar de tu cabeza las piedras que pesan y te hieren, la pena que almacenas día tras día que pasas metida en esta trampa que te preparó con cariño la vida para ponerte a prueba. Esa misma pena que te llevó hasta mi puerta y que te dejó esos ojos rojos pero no de insomnio, sino de esa agua con sal que brota de los corazones magullados.

Quizá sí haya sido esta vez la última, quizá…

Hasta muy pronto, espero…


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