Hay historias que me recuerdan al mar… Con corrientes que acercan y que en otras ocasiones alejan, como las olas en la orilla… vienen y van.
Unos días sus aguas están calmadas, planas, llanas, transparentes y otros en los que el ajetreo de la tormenta sacude lo que encuentra a su paso y un tupido velo azulado cubre la superficie y no deja ver el fondo.
En medio de él te puedes llegar a sentir tremendamente solo, perdido, desamparado. Adentrarse mar adentro es un tanto temerario pero emocionante a la vez.
Se crea una complicidad donde el simple silencio te comunica. Es reflejo.
Sumergido en su textura te sientes cálido, arropado, comprendido.
La inmensidad de su profundidad asusta pero si algo malo tuviese que pasar ¿qué mejor lugar para que ocurriese?
El mar… siempre cambiante pero vivo, algunas veces peligroso… pero siempre infinito.