Ignasi Bosch

El equilibrio

Durante media vida, la que corresponde a la vida que recuerdo de manera consciente, he creído y ansiado una meta tal como la del equilibrio. Equilibrio en el sentido del saber estar, saber encontrar esa medida justa de las cosas, saber entender los pros y los contras de cada situación. Saber adjudicar a cada elemento la mesura proporcional al evento correspondiente. En definitiva el saber relativizar, aplicar la dosis adecuada de cada ingrediente en la mezcla del devenir de las incidencias. En la duda, y sobre todo en cada elección o decisión, siempre habitaba cierto apego por tener clara cuál era la medida justa de intuición, de reflexión o de voluntad a aplicar. ¿Es eso posible? Dándole vueltas al asunto me di de cabezas con una paradoja. El equilibrio es un punto medio, neutro, incluso me atrevería a decir que aséptico en muchos aspectos. El equilibrio en su esencia es estático. Lo estático perece, el agua estancada se pudre, la inmovilidad atrofia. Y es más, el equilibrio es frágil, muy frágil. Tan sólo hace falta aplicar una pequeña cantidad de fuerza sobre uno de los extremos para romper dicho equilibrio. Y este no se recupera a no ser que se ejerza cierta cantidad de fuerza en la dirección opuesta. Con lo cual pretender estar en equilibrio es siempre una posición reactiva y no activa. Y en el hipotético caso de conseguir permanecer en equilibrio, la acción para mantenerlo sería la de la no-acción, la inmovilidad.  
Visto así no me pareció algo tan apetecible y deseable. Algo un poco más consciente y voluntario podría ser el hecho de desplazarse a ambos lados alternando la posición. Un movimiento constante, como tambaleándose. Quizá esa opción sea mucho más “humana”, por llamarla de alguna manera. La de alternar, la de moverse, la de cuestionar la posición en la que se está. Cambiar de opinión, de paradigma, de verdad incluso de realidad. Impregnándose de cada una evitando el cautiverio que supone el aferrarse a una sola idea más allá de dejar que surja y se instale alimentada por las circunstancias. Quizá no haya sólo un punto sino infinitos de ellos esparcidos en lugares estratégicamente situados para abarcar el espectro completo y real del equilibrio. O puede que no y todo esto sea tan sólo una manera más de distraerse, quién sabe…   


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