Ignasi Bosch

NICOntigo, ni sin tí

Lloro no haberte llorado. Y recuerdo haber llorado a tu lado por primera vez, en ese instante donde el vértigo del abismo asomó su cara ante nuestras vidas y te pregunté si te apuntabas a mi nave. Te dije que sería un viaje movedizo, incierto pero sincero y honesto y te prometí que allí estaría siempre. Y Me duele, me duele que nuestros caminos se separasen y no haber cumplido mi parte del trato cuando tú sí cumpliste la tuya. Incondicional, permanente, presente SIEMPRE. Sin hacer preguntas, sin cuestionar el rumbo. Sin rencor o queja alguna. Sé sobradamente que te dejé en buenas manos, quizá tú ni notaste la diferencia. Quisiera pensar que así fue, pero mi vida sí cambió.
Se dice que los animales acaban mimetizándose con sus dueños. Pero, ¿sabes una cosa? Yo siempre te admiré. Yo no fui tu dueño, eras mi amigo, mi cómplice.  

Si las cuentas son ciertas, pasaste más de cincuenta años a mi lado. Eso es un montón de tiempo. Crecimos y aprendimos uno al lado del otro, aprendimos juntos a vivir. Y todo ese tiempo estuviste ahí. Tampoco sé si tuviste elección, esa es otra de las cosas que me duele, pero en cierto modo… ¿quién la tiene? Eso no parecía importante y es algo que siempre te agradeceré. Confiabas en mí, no existen “gracias” suficientes para compensar eso.

Recuerdo haberte consultado tantas dudas, tantos dilemas, amorosos, existenciales… Y tú impasible mirándome con los párpados entreabiertos. Debías estar pensando: “Adelante, hazlo, equivócate cachorrillo, cuantas más veces mejor, no existe otra manera de aprender”. Desprendías una sabiduría silenciosa difícil de describir. Sin filtros, sin prejuicios ni armaduras. Aceptando pero no claudicando. Con elegancia, con dignísima soltura.

Sí, despertabas mi admiración, creo que era incapaz de ocultar mi orgullo hacia ti. No sé lo que es ser padre pero estoy seguro que fuiste lo más parecido a un hijo. Y a su vez te veía como un hermano mayor, con respeto, como ejemplo, como todo lo que representabas.

Y ahora no estás, ya no estarás más. Eso cuesta. Si creyese en la reencarnación y supiera qué es lo siguiente que toca después de gato saldría a buscarte, a encontrarte porque me quedo en parte huérfano, me faltas.

Hijo, amigo, hermano, maestro, compañero… hasta siempre.
Has dejado un hueco aquí dentro imposible de rellenar, te quiero.


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