“Al querer llegar al fondo sacando una capa tras de otra, brotaran de tus ojos lágrimas de todos los sabores, como quien pela una cebolla”
Se dice que la naturaleza no desperdicia nada, es el paradigma de la optimización, de la sostenibilidad. Aplica el concepto de la evolución en su más extensa definición.
Nosotros, lejos de ser la máquina más avanzada “bio-tecnológicamente” hablando como se ha creído durante mucho tiempo, somos la suma de cada peldaño de nuestros predecesores. En nuestra esencia, como en nuestros genes, existen vestigios de amebas, reptiles, pequeños mamíferos y demás. Y todos ellos conviven de algún modo en nosotros, todos ellos se manifiestan en un momento u otro, asoman y toman las riendas cuando la situación lo requiere. A veces es perceptible, pero en otras operan a un nivel muy sutil, actuando como de incógnito, camuflados en ocasiones incluso por la propia razón.
Eso realmente hace plantear que con tal “superpoblación” de personajes corriéndonos por dentro, cuál es el verdadero papel de la razón en todo esto.
Se podría pensar que la razón es precisamente el último peldaño de una progresión meteórica, que es la culminación, el engranaje definitivo de una máquina perfecta. El ordenador central que gestiona y regula, que calcula y prevé, que analiza y aprende. A mi parecer, nada más lejos de la realidad.
Imaginemos una cebolla, dispuesta por capas.
En el interior el vestigio del primer organismo, al que con el tiempo se le añaden nuevos atributos, nuevas prestaciones. La capacidad de razonar sería la última capa, la corteza del elemento entero. Pero lógicamente conservamos la información del resto de capas.
Cuanto más nos alejamos del interior también más nos alejamos de la esencia, del mecanismo más rudimentario y directo del instinto. En la base más primitiva de cualquier organismo existen tan sólo dos opciones, es o si o no, o blanco o negro. Si el estímulo aparece, la acción lo sucede. En según qué circunstancias donde el estímulo no fuese tan claro o existiese más de una opción, pongamos una situación de amenaza donde se puede luchar o huir, entonces quizá sí sea necesario unos instantes para analizar la situación y escoger la mejor de ellas. Supongo que de ahí empezó todo. Tan sólo se trata de ir evolucionando ese concepto hasta llegar al momento que no sólo se escoge lo más oportuno en el momento adecuado sino que se es capaz de escoger lo más inoportuno en el peor momento posible. Según la teoría de la evolución se deberían ir eliminando los ejemplares que así lo hicieran, pues esos errores tarde o temprano acabarían por llevarles a la extinción. La lógica de la naturaleza no siempre coincide con la nuestra.
De manera que con el tiempo conseguimos un organismo que es capaz incluso de ir contra su propia voluntad, reprimir instintos, organizar y modificar dietas, regular el descanso y el ejercicio, incluso obligarse a hacer cosas que ni son necesarias ni apetecen hacerlas. Si no fuese porque eso es una simple paradoja podríamos decir que es como ir a contra-natura.
El laberinto se hace mayor al intentar escudriñar de dónde sale esa voluntad, el qué nos impulsa a actuar. Cosas tan banales como el por qué escogemos un despertador y no otro, el por qué nos gusta una canción y no otra, un color y no otro o el por qué un chiste nos hace más gracia que otro. Incluso cosas que aparentan ser de mayor importancia, como la carrera que se elige o la pareja que escogemos.
(Carácter e intelecto. Cómo nace el carácter.los animales tb tienen carácter. Personalidad, carácter y temperamento. Intelecto/inteligencia. Información-conocimiento)