Ignasi Bosch

La confianza

Ese preciado y delicado valor, costoso de cultivar y fácil de escurrirse.

 Existen distintos tipos de confianza, la hay que nos hace sentir comprendidos  y cercanos, otra que nos llena y nos da la visión que alumbra nuestro camino, y existe la que encoge a los dragones, pero básicamente todas otorgan una esencia: seguridad.

La confianza en uno mismo es esa energía que proyecta hacia fuera la determinación, la intención de cumplir alguna acción con convencimiento. Nos abastece y nos atiende. El mundo parece menos colosal y devastador cuando nos abrigamos entre sus alas. Es como notar que la diosa fortuna está de nuestro lado, cuando todo son ventajas, cuando sentimos que no hay persona o acontecimiento capaz de derrumbar las columnas en las que nos levantamos, y aunque así fuera, nos veríamos con ánimo para reconstruirlas de nuevo. Que en medio del mayor vendaval seríamos capaces de sobrevivir, incluso de salir más fuertes de lo que lo éramos. En definitiva, es verse capaz, capaz de conseguir lo que uno se proponga, lo que uno desee con suficientes ganas, ya que esta confianza se alimenta de la tenacidad y la ilusión, que juntas son la fórmula del logro. Tener la certeza de que el criterio propio se apoya sobre principios sólidos. Si estás convencido, simplemente aparece.

Existe la confianza que permite soltarte al vacío con los ojos vendados sabiendo con certeza que algo te sujetará. Esa confianza que, sin estar la persona, te acompaña su presencia, sabes que está ahí. Una presencia que te escolta y te apoya, que sientes su cercanía a pesar de la distancia. Sus esfuerzos se suman a los tuyos para afrontar las contrariedades. Que sabe de ti más de lo que sabe el resto. Esa confianza que te hace sentir aceptado, admitido sin esfuerzo por conseguirlo, y que la concibes de manera mutua, recíproca. Ejerce de cofre blindado para tus más ocultos secretos. Donde el tesoro, esta vez, no es lo que se esconde dentro, sino el propio cofre.

Este tipo de confianza, a pesar de ser escasa, tiene la virtud de ser comunitario, de poder crear el vínculo con todo aquél con el que seas capaz de conectar a ese nivel, la puedes compartir con todo el mundo que acepte abrir sus puertas a la vez que guardar tu llave del cofre.

Otro tipo de confianza es la que traspasa la última capa, la confianza que te hace especial, exclusivo, sentirte único entre el tumulto. La que te muestra que prácticamente no existen fronteras. La que crea un núcleo, una coalición compacta.

Esa confianza que suelda el vínculo, lo hace sólido, y de ella brotan seguridad y tranquilidad. Donde no hay trueque ni intercambio.

No cabe decir que esta confianza también requiere, o mejor dicho exige, reciprocidad.

Y que necesita de las dos confianzas anteriormente mencionadas para garantizar su supervivencia y reparar todas las grietas que a lo largo del camino surgirán.

Ninguna de las confianzas son absolutas ni ciegas. Se ponen a prueba en multitud de ocasiones, en momentos se grietan, se tambalean. Cuando aparece algún que otro enemigo. La duda que vuela cual buitre a la espera del más pequeño indicio que lo alimente. Ese buitre alimentado se convierte en sospecha que acecha con intentos intermitentes para aflojar las riendas. También se nutre del temor y el recelo y es cuando aparecen los celos, la confianza se agrieta y es cuando se pone a prueba.

Me gusta compararlas con la bolsa, donde los activos crecen y decrecen. Existen tendencias, eventos, especulaciones, etc... que intervienen de manera importante en el transcurso de la vida.

Si va a la baja pierde valor, lógicamente, al perder valor cuesta más encontrar motivaciones sólidas donde apoyarse para refundar el vínculo.

Existen eventos que pueden provocar la pérdida de la confianza. Eso es muy curioso porque existen infinitos eventos que pueden minar la confianza, pero no tantos ni tan claros para hacerla aparecer con uno sólo. La confianza se cultiva, se alimenta, se mantiene y te pone a prueba. Conseguirla cuesta tiempo, pero puede perderse en un segundo. Se consigue con esfuerzo, se pierde con un descuido. Conseguirla es un logro, perderla es una desgracia y recuperarla casi un milagro.

Existe un tipo de confianza ciega e incondicional: la fe. Pero a mi entender entra más en el campo de las convicciones personales que en el de las relaciones interpersonales.

Uno es capaz de morir o matar por una fe, tengo mis dudas respecto a que pase eso con la confianza.

Aunque prefiero pensar que la confianza es algo más natural y comedido, soluble y accesible.

Puedes cultivar la confianza en distintos niveles y personas, cosa que con la fe resulta mucho más difícil ya que al ser algo tan grandioso ocupa todo el espacio y no deja lugar a ninguna otra.

Pero en el fondo ambas consisten en lo mismo, en creer.

La confianza es tranquilidad, la tranquilidad es garantía, la garantía es calidad, y la calidad tiene un valor. Con lo cual la confianza es valiosa. No me refiero a un precio a pagar. La confianza no se negocia, me refiero a que hay que saber apreciarla. Para generarla hay que tenerlo en cuenta.


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