Me puedo refugiar en la ciencia y negar todo lo que se escape de ella, o me puedo refugiar en la espiritualidad y desestimar todo lo que no provenga de ella.
La ciencia entendida como el método científico y empírico; y espiritualidad ligada a todo ese flujo de matiz más emocional/sensorial.
En esencia son dos planos distintos, aunque seguramente los dos interactúen con los mismos elementos.
A lo largo de los tiempos ambos conceptos han sido en ocasiones manipulados para acreditar o desacreditar intereses individuales o colectivos. A fin de cuentas cada uno creé en lo que le interesa, no hay más.
Pero si en algo se distinguen es que probablemente uno se mueva en un concepto universal, matemático y coherente; y el otro se centre en uno individual, simbólico e irracional.
Lo que está claro es que en ambas opciones se pretende encontrar un “porqué” de las cosas.
Una de las inquietudes humanas es buscar las causas, los orígenes y basta con retroceder hasta el punto que nos interese, es decir, hasta dar con una explicación que nos dé la razón. De lo contrario caeríamos en una espiral sin final retrocediendo y encontrando las causas de las causas hasta dar con el absurdo, la ignorancia de lo desconocido ese infinito que tanto asusta.
Uno de los elementos que atrajo el interés de nuestros ancestros fue el agua.