Ignasi Bosch

Después del Ocaso

Sólo los impertérritos rayos del sol sobre un rostro dormido son lo bastante insistentes como para romper un descanso que, por primera vez, no tuvo sueño.
Como un recién nacido que ve por primera vez la luz, las pupilas se le encogieron rápidamente, poco a poco imágenes y sonidos fueron enfocándose y convirtiéndose en realidad... realidad... qué extraña.
No hay respuestas, pues tampoco se conocen preguntas, actuar... ese es el único propósito... Divagando suavemente por las calles como una coreografía improvisada, descubriendo gente, calles, casas, gente... qué interesante...
Comunicarse... sin saber el porqué de ese trepidante deseo, en la esquina una pequeña parada de rosas suficientemente rojas como para llamar la atención. Acercándose lentamente miró fijamente a una, sonriendo acarició uno de sus pétalos. Cuando la acaricia se extendió una espina hizo el resto diluyendo la sonrisa como el agua a un fresco.
Siguen faltando respuestas...

Siguieron las sorpresas una detrás de otra, a cada paso, a cada momento información no lo bastante definida como para retenerla.

Holograma que transcurre por la realidad, nadie parece ver pero eso no importa. Seguía andando sin aparente destino, pues si lo había no era ni lugar ni momento.
Necesidad... el estado cambió, lo que antes era estabilidad se fue convirtiendo en urgente intranquilidad. Lo único conocido el instinto, aunque tampoco existen respuestas se sabe la solución.
En la frutería de enfrente las manzanas de la cesta le indicaron el camino.

Había que hacer algo, la razón de estar aquí no parecía ser clara como tampoco lo era el tiempo, tiempo... eso sí que no parece ser claro.
Sin saber el porqué se puso a seguir a alguien, alguien concreto que aunque era como todos los demás tenía algo que le atraía. Desprendía lo indescriptible y podía escuchar lo que decía, quizá no lo entendía pero podía escuchar, escuchar... que fantástico.
La fascinación que le producía aquél ser junto a la ingenua curiosidad formaban una combinación imposible de ignorar. Aún sin entender lo que decía poco a poco fue descifrando el complejo lenguaje encriptado que el huésped utilizaba. Una mezcla de emociones, sensaciones, dudas pero sobretodo preguntas. Las res-puestas se acercan...
Llegó el momento... como hasta ahora transcurría hasta que se cruzó en su camino la misma indescripción, duda... no podía partirse ni seguir a ambos, debía existir el modo de unirlos. Podía escuchar a los dos, incluso interpretarlos pero ¿podía influir? Sólo había una manera de saberlo.

Ocurrió todo muy rápidamente... y sin darse cuenta... Sacrificio, ocurrió. Encuentro... simplemente desapareció... el ocaso...
Sólo el ensordecedor ruido de los truenos es lo bastante insistente como para romper un descanso que, por primera vez, no tiene sueño. Como un recién nacido oyendo los gritos de su madre al darle a luz, los sentidos despiertan del letargo, poco a poco imágenes y sonidos van enfocándose y convirtiéndose en realidad... realidad... que extraña.


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Diseño y maquetación: Mariona Maresma

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