Ignasi Bosch

La fuente de la razón

Hace algún tiempo en algún lugar recóndito de este vasto océano existía una isla, en la cual un día apareció en la orilla un joven. El joven se encontraba en un estado un tanto confuso y fatigado, pues la razón de su llegada a ese lugar fue que la noche anterior un trágico naufragio acabó con su nave... esa nave en la que permaneció bajo viento y marea durante tanto tiempo, sin un rumbo definido, pero con aparente seguridad. Pues todo cuanto podía necesitar se encontraba en ese barco. Quizá no era todo lo que deseaba, ya que los impulsos que le llevaron a partir tal aventura fueron perdiendo ese encanto tan atractivo que durante tiempo le mantuvieron esperanzado... sin embargo era todo lo que tenía por entonces, ahora ya no tenía nada. Era empezar de nuevo en otro lugar... lugar sin nombre para alguien sin identidad.
Los días pasaron y la fatiga con ellos, pero la confusión no amainó. Era lógico... de la noche a la mañana cambió todo. Quizás lo único que no había cambiado era él... o quizás él también había cambiado.
Lo primero que procuró fue construirse la seguridad de un nuevo hogar, un pequeño refugio en una fría y solitaria cueva cerca de la orilla, esa orilla que le vio nacer en su nueva vida. No fue fácil, estaba acostumbrado a la soledad, pero esa soledad era distinta, soledad tantas veces soñada por él. Soledad no confinada al poco espacio que le permitía su anterior entorno, sin embargo soledad temida... soledad extensa... soledad por descubrir, soledad por sufrir.
El siguiente paso fue provocado por su instinto y curiosidad. Adentrarse tierra adentro, intentar sacarle partido a su nuevo escenario.

Descubrir nuevos parajes, nuevos colores, nuevas formas, nuevos aromas, nuevos sabores, pero ¿encontraría todo eso en ese lugar? Se llenó de coraje y con cierto temor se fue adentrando entre los arbustos y terrenos rocosos hasta encontrar un hermoso bosque de bellos y elegantes árboles. Cuando se encontró con lo que parecía un camino ya esculpido, como un paso ya realizado anteriormente por algún otro ser. Obviamente lo siguió...
El misterioso camino lo adentró hacia un bosque espeso, la luz se veía ahogada por las pobladas ramas de esos árboles tan altos y tan sórdidos. Pero era demasiado tarde, y la curiosidad demasiado fuerte para regresar... para renunciar, para hacerse atrás.
Por fin pudo intuir el final del camino, una intensa luz aparecía más allá. La tensión del momento hizo que el último tramo lo acabara corriendo como un loco, como si le fuera la vida en ello.

Llegó al lugar y encontró una fuente, una hermosa, brillante, esperanzadora fuente... pues eso demostraba la existencia de alguien más allí. De algún lugar tenía que haber salido. La fuente irradiaba una luminosidad difícil de describir, brillante pero no cegadora, sublime pero humilde.
Se sentó en el borde y miró en el charco que el agua formaba después de salir de un suave y espléndido surtidor decorado con pulidos y extraños motivos. Miró el agua encharcada y en lugar de su reflejo aparecieron un cúmulo de imágenes mezcladas, dibujos de su mente, secuencias de su vida, esperanzas y temores.

Se asustó, no era algo habitual, ni conocido, ni cómodo... Sin embargo le atraía, era el único lugar que estando tan cerca de él, jamás había podido ver: su interior...
Regresó a su nuevo hogar paseando lentamente sin conseguir sacarse esa imagen de la cabeza, esa sensación. ¿Sería todo un sueño? realmente fue muy extraño, pero de la misma manera que fue insólito también tenía un punto de cautivador.
Durante el tiempo posterior al “encuentro” acudió regularmente de forma casi adictiva a ese lugar. Le reconfortaba y hacía que se sintiera un poco mejor, un poco más vivo. Como si su existencia fuera de algún modo necesaria, valorada al fin encontró una finalidad, un objetivo con grata recompensa.
También había días que las imágenes reflejadas le atormentaban de manera cruel y sin piedad, pero cuando las imágenes eran reveladoramente gratas, indescriptibles, sentía esa paz interior que siempre había anhelado.
Acudía tan a menudo que casi podía llegar a ese lugar con los ojos cerrados. Se había convertido en el ritual que daba sentido a su vida, si es que tenía alguno...
Un día como cualquier otro se dispuso a visitar la mágica fuente para gozar y realizarse en tremendas e inexplicables meditaciones y revelaciones de su propio “yo”. Cuando estaba ya por llegar se dio cuenta de algo que le dejó el corazón como un puño, los nervios se le despertaron de golpe y se le pusieron a flor de piel, en la fuente había alguien. Lo que de lejos parecía una silueta humana resultó serlo, concretamente de una joven muchacha de largo y liso pelo, estilizada figura y con una dulzura en sus gestos irresistible. Le irradiaba como una innata atracción y además conocía la existencia de la fuente, eso la convertía en un ser cercano, casi gemelo...
Una sensación reconfortantemente agradable se apoderaba de él a cada paso que se acercaba a aquella misteriosa y bella chica. Pacientemente esperó a sus espaldas ya que no quería asustarla ni interrumpirle la experiencia que él ya había experimentado anteriormente y sabía de su importancia y gratificación. Cuando la chica terminó, se levantó y girándose en un gesto rápido pero suave, se encontró cara a cara con él.

Ojos contra ojos, se quedaron así unos segundos... una mirada que fue mucho más que una mirada. Se sonrojó tanto que para disimular, él, intentó preguntarle algo, algo así como: “—¿Quién eres...?” pero no hubo respuesta. Simplemente una delicada sonrisa dibujó el rostro de ella que no parecía tan sorprendida como él. Y con la misma suavidad que había exhibido hasta el momento le cogió delicadamente de la mano, y sin pronunciar palabra alguna le llevó con ella. El chico estaba intranquilo pero a la vez calmado, curioso pero confiado... se sentía seguro dejándose llevar por esa dulce mano a través de ese desconocido lugar. Lo llevó a la orilla de un arroyo, donde terminaba una preciosa cascada, de una agua tan clara como el cristal acabado de pulir.
La comunicación que existía entre ellos sin la necesidad de palabras era extraordinariamente mágica. Y fue entonces cuando lo entendió todo... era la fuente... la fuente le había hecho algo... le había enseñado alguna cosa que todavía, hasta ahora, no había sido capaz de entender. Otro lenguaje, otra manera de ver las cosas... otro sentido. Pasaban el tiempo mirándose a los ojos... intercambiando sutiles sonrisas, profundas miradas. Incluso alguna vez por alguna extraña razón, intercambiaron cristalinas lágrimas, profundas gotitas de dolor resbalando por unas mejillas suaves como el mármol, pero siempre sin dejar de mirarse.
Él se sentía en deuda con ella por el espléndido lugar que ella le había revelado, y sin pensárselo dos veces, le cogió de la mano con la misma suavidad con que lo había hecho ella y la dirigió al único lugar de la isla que conocía bien, a parte de la fuente claro está, la llevó justo enfrente de su hogar. Esa playa que ejerció de madre y le dio a luz en este nuevo mundo. Donde las puestas de sol eran realmente preciosas, inmensas... y juntos contemplaron y disfrutaron del magnifico espectáculo, de una de las más maravillosas actuaciones que es capaz de ejercer la misteriosa naturaleza...
Llegó la noche, una noche especial... la luna rompió su ciclo natural para aparecer radiante, perfecta esfera luminosa, mágica luz. Esa noche se podían apreciar todas las estrellas del universo, incluso las más lejanas. Y estoy seguro que esa misma noche nacieron miles de ellas sólo para poder presenciar la magia que irradiaba el ambiente.
Las miradas nacieron de nuevo, y sin dejar de hacerlo, las delicadas manos en dulces gestos acariciaban explorándose mutuamente... cada trocito de piel fue cuidadosamente palpado, mimado y querido. Sólo cuando se acercaron lo suficiente surgió el primer beso... y fue sólo entonces que los ojos que se habían estado mirando fijamente hasta entonces cerraron sus puertas para abrir las de los demás sentidos. Ese aroma fresco del mar, ese tacto suave y delicado... y el ruido de la orilla... las olas marcaban el lento pero intenso ritmo de una noche de pasión... un amor puro... dos seres convirtiéndose en sólo uno...


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Diseño y maquetación: Mariona Maresma

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