Sería presuntuoso por mi parte irrogarme los conocimientos de un crítico literario y prologar “Palabras Elementales” como si se tratara de una novela cualquiera.
Ignasi no me ha pedido que escriba el prólogo de un libro, sino que introduzca al lector en lo que es una recopilación de sus pensamientos más íntimos de los últimos años, desde la adolescencia hasta la actualidad.
Y es que su obra es básicamente esto, una parcela temporal de sí mismo reflejada sobre papel, para que sea leída y entendida por terceras personas, pero básicamente para buscarse y entenderse un poco más a sí mismo. Es por este motivo que la obra se configura como una suerte de diario acronológico, como una recopilación atemporal de vivencias, historias y reflexiones, como una conversación de él consigo mismo, en una clave ininteligible para el lector, a veces, o en una forma más entendible, muchas de las otras.
El diálogo personal no es un pasatiempo, sino una búsqueda de respuestas a sus dudas interiores. Desde el inicial “Después del Ocaso” a los “Eventos Presentes”. La más recurrente de todas, el sentido. El sentido de todo, pero en último término de la existencia.
Esta búsqueda se percibe no sólo en los capítulos del libro más personales, más dedicados a la autorreflexión y que parecen concebirse como una autoterapia para el propio conocimiento, sino que recorre de forma transversal toda la obra, casi de principio a fin.
En palabras del propio autor: “Es una búsqueda solitaria, sólo tu y tu sentados uno frente al otro, como mirar fijamente un espejo…sin palabras”. La búsqueda incluso tiene una fuerte presencia en un apartado a priori distinto como es el de los “Cuentos Cortos Inacabados”, epígrafe más largo de toda la obra en el cual, en forma de cuentos que a veces no parecen tan inacabados como reza el epígrafe, Ignasi muestra de forma más clara sus capacidades creativas para la recreación de atmósferas y, por encima de todo, una muy relevante capacidad imaginativa. Cuentos que destilan un deje kafkiano en la concepción de los entornos y de Sartre en los sentimientos y anhelos de sus personajes.
La búsqueda es muchas veces desesperada, “Busco el sin sentido pues el sentido ya lo conozco y es absurdo…quizás el sin sentido sea de mayor utilidad”, hecho que se plasma perfectamente en un texto encadenado con muy pocos signos de puntuación, que imprime un ritmo frenético, como una especie de discurso continuo desesperado, especialmente durante el “Templo de lo Absurdo”. Otras veces, especialmente a medida que avanza el texto, la búsqueda es más sosegada, más tranquila, menos atormentada.
Esta búsqueda personal, a pesar de ser íntima, “sólo tu y tu”, no es privada. Ya lo dice la dedicatoria inicial “…a todos aquellos inmersos en la búsqueda”. El texto transpira una cierta necesidad de compartir, de hacerse entender y de buscar complicidades con el lector, a pesar de la agresión sentida a veces por la hostilidad del entorno. Así pues es decisión del propio lector leer “Palabras Elementales” como una obra lejana, aséptica, sin ninguna vinculación emocional, o recoger el testigo que el autor lanza, zambulléndose en los pensamientos y dudas de Ignasi para acabar descubriendo que, en mayor o menor medida, son las nuestras propias, las de muchos, quizás las de todos.
Toti Negre, julio 2007.