La vida es un viaje retrógrado donde se aprende a perder. A cada paso se deja algo y el tiempo te empuja hacia delante, con lo cuál es inevitable dejar lo anterior atrás. Recordar es bueno y es sano pero recrearse y vivir en el pasado es otra soga que ahoga lo único que somos y lo único que tenemos en realidad.
¿Por qué duele tanto perder algo?.. No es un dolor físico... ni un dolor espiritual... es más bien como un arrepentimiento profundo que te corrompe las entrañas y no permite que te olvides de ello. Un asfixiante nudo en la boca del estómago que casi no te deja ni respirar, un vacío abismal.
Y me refiero a perder “algo” precisamente por eso... porque quiero decir algo, no alguien. El perder a alguna persona o animal querido o cercano es sin dudarlo una experiencia dolorosa en todos los sentidos y cuanto más cercana fuera la persona perdida más profundo y fuerte es el dolor, y más tiempo cuesta superarlo... incluso hay quien no lo supera jamás...
Información arrojada al viento...
Imaginad por un instante que cada pensamiento cada palabra que formó parte en vuestra vida estuviese anotada en páginas y páginas donde se conservara todo... como un exquisito y elegantemente redactado diario pero más detallado si cabe... vuestra vida entera, toda ella y todo lo que sois se encontrara en esas láminas de hojas blancas radiantes una encima la otra.. Clasificadas cronológicamente y ordenadas a conciencia... Pues suponed que os disponéis a trasladarlo todo a una isla remota... una isla hermosísima donde permanecer, y poder leer, palpar y disfrutar de cada trocito de vuestra vida... recordando al detalle cada instante. Los momentos más entrañables, los más dolorosos, los más insignificantes y los más estremecedores... y que por un momento la puerta del avión donde viajáis se abre sin saber exactamente porqué... y que todos los folios empiezan a salir volando, todos esparcidos por el cielo como un inmenso grupo de elegantes pájaros deslizándose directos al mar... pudiendo salvar unos 10 o 20 folios.. Pero no es en absoluto una consolación.. Pues tu vida eran todos ellos... ¿qué haces tú con un trocito de ella?, además la obra entera la formaban miles de ellos... y ahora sólo tienes una minúscula parte de ella...
Claro que tu vida es tuya y al perder esos papeles no dejas de haberla tenido, por supuesto que los momentos más importantes y decisivos los llevas y los llevarás contigo para siempre.. pero aún y así duele... Es como perder el álbum de fotos aquel que tan cuidadosa y escrupulosamente estuviste confeccionando y montando, y que tan satisfecho y melancólico repasabas de vez en cuando aún y saber qué fotos vendrían en la pagina siguiente, aún y recordar y memorizar cada una de las fotografías... Momentos plasmados, y que un día colándose entre viejas revistas y libros obsoletos van a parar al cubo de la basura sin saberlo... y que al cabo de un par de semanas buscando el dichoso álbum para poner las últimas fotos que quedaban por añadir te viene como un espantoso flash de haberlo visto sin darte cuenta poniéndolo todo en el cubo de la basura... terrible
Imaginación derrochada...
Existen todavía muchísimos poetas, novelistas y pensadores que siguen usando el antiguo método de la pluma y el papel para plasmar su obra. Ese profundo poeta que en cada viaje o en cada experiencia anotaba en pequeños pedazos de papel el borrador de su obra. Pero él era uno de esos otros poetas que al llegar de vuelta a su rincón tenía por costumbre pasarlo en limpio a su computadora... Pues conocía bien su desordenada mente y por consiguiente su desordenado apartamento, y era la única manera de guardar y tener siempre a mano su obra entera... Ya es de saber que de vez en cuando por no decir muy de vez en cuando esas cosas se tienen que ir, lo que se denomina y muy acertadamente por cierto, “salvando”.Pero es otra de esas cientos de cosas que todo el mundo conoce y sabe de sobra pero muy poca gente sigue al pie de la letra... Pues poneros en su lugar el día que se disponía a pasar los últimos versos de su último viaje y al conectar su computadora descubre que un impecable virus le dejó sin disco duro... nada de nada, completamente vacío y sin copias de seguridad, justamente ese fin de semana se disponía a hacerlas. Todos y cada uno de los versos nacieron de experiencias, pero también de su mente... pero repetirlos al pie de la letra era casi imposible... más bien irrealizable ya que nacieron del momento, irrecuperable... que palabra tan cruel.
Quizá sea la costumbre, uno se acostumbra a convivir con una cosa, que no es en absoluto imprescindible para vivir, me refiero a que no es una primera necesidad, sino más bien algún objeto o pertenencia con algún valor sentimental o personal, que al perderlo se echa terriblemente en falta no por sólo necesitarlo... sino más bien por saber que no se podrá volver a tener nunca jamás. Y ese es un concepto muy duro. Como si con él desapareciera también todo lo que significaba para nosotros o todo lo que simbolizaba: recuerdos, experiencias, amigos... amores.
Algunos sabios de la espiritual india predican sobre el concepto “atemporal”, sermonean sobre la aparente inexistencia del tiempo pues es un concepto inventado por el hombre y que no pertenece, tal cual lo conocemos, a la naturaleza. Está claro que existe un antes y un después... una línea recta unidireccional por la cual transcurre todo. Pero ellos insisten en declarar que el antes ya ha pasado, y que el después todavía no. En esencia: que sólo existe el ahora. Dicen que los conceptos “pasado” y “futuro” sólo hacen que desorientar y distraer la mente sin dejar que se concentre en lo que realmente importa: el aquí y ahora. Según ellos hay dos cosas que nos ciegan y nos impiden desarrollarnos y ser nosotros mismos, dos conceptos que nos hacen ser infelices.. Uno es el recuerdo que representaría el pasado, nos basamos en la experiencia, en los recuerdos para saber lo que es bueno o malo, para identificar lo que nos hace felices o lo que nos atemoriza.. Sin valorarlo ahora y aquí. Y por otro lado tenemos los sueños, la imaginación que representaría el futuro, lo que nosotros podemos esperar, especular de unos acontecimientos que todavía no han sucedido y que por tanto son impredecibles. Desde este punto de vista es absurdo temer perder nada.. Pues en el momento que se ha perdido ya pertenece al pasado y por lo tanto ya no es importante... pero si es así... ¿por qué sigue doliendo??
Creo sin duda que el dolor de la perdida se agudiza cuando parte de nosotros se veía reflejada en el objeto en cuestión, creo que es un instinto o una necesidad humana, necesidad de tener plasmado en la materia, quizás eso es lo que llevó a los antiguos hombres de las cavernas a inmortalizar sin pretenderlo momentos de sus vidas cotidianas... les salió sin más.
El hecho de conservar puede desembocar a no tan “saludables” situaciones. El acostumbrarse a todo lo que nos pertenece y nos rodea puede suscitar una cierta dependencia. Seguro que en algún momento de vuestra vida os habréis encontrado en el dificilísimo momento de haberos de desprender, esta vez conscientemente, de algún o algunos objetos personales. ¿No os resulta familiar el momento, ese importantísimo momento en vuestras vidas de lo que significa el cambio de hogar?. ¿Las siempre perezosas y pesadas mudanzas?. La hora de remover y desechar cosas que simplemente siempre habían estado allí. Aquel antiguo juguete que te gustaba tanto de niño, ahora lleno de polvo medio roto y aun así cierto grado de recelo te hizo dudar si desecharlo junto a la ropa vieja o intentar hacerle un hueco en alguna caja. O el cambio de escritorio... Hurgando en lo más hondo de los cajones trocitos de papel con cosas apuntadas o pequeños objetos amontonados... el primer instinto es de ponerlo todo en una bolsa y guardarlo en algún otro cajón. Es difícil desprenderse de cualquier cosa que te pertenezca.. y si es de “valor” muchísimo más.