— Luz, ¿has existido alguna vez? ¿has sido, aunque fuera una sola vez, real?
¿Dónde te has metido? Busco sin encontrar un rincón donde estés tú. Un lugar para ocultarme de tanta oscuridad.
Camino incierto para los inquietos, demasiados los atajos, demasiados los anzuelos. Estoy bien porque me siento mal, que aunque me siente mal me sienta. Estoy vivo.
Anhelar... que sensación! Impotencia cruel. Envidio al destino ya que él tuvo la posibilidad en sus manos y pasándomela por la cara me la arrebató.
Mirada a través del cristal. ¿Qué clase de burbuja es esta? la llanura se extiende más allá, en todas direcciones, un vacío cegador. Y cuando aparece otra burbuja es como si todo, que hasta entonces era nada, se convirtiera en todo, que ahora es todo. Jamás podremos estar lo suficientemente juntos, siempre habrá un muro entre nosotros, pero las distancias no son separación. Existe sólo un muro que abre o cierra. Las ventanas del alma dejan pasar esa corriente que todo lo traspasa, que todo lo libera, que todo lo dice y todo lo enseña. Y es sólo el saber la voluntad, el deseo, lo que satisface, lo que nutre, lo que alegra, lo que vive.
Pero la burbuja no es más que un atajo más o quizá un anzuelo más, depende de cómo se interprete pues la dualidad está en todas partes. A un lado del camino crecen rosas rojas, perfectas, armoniosas. Al lado opuesto piedras duras, frías, inertes. Y el camino transcurre justo por el medio de ambos lados de los cuales todavía hoy no se cuál es cuál en el papel de lo dual.
Busco el sin sentido pues el sentido ya lo conozco y es absurdo, quizá el sin sentido sea de mayor utilidad.
Atrás queda el camino recorrido, lo conocido, lo vivido; a los lados el paisaje que nutre de colores, de sensaciones; en frente el camino incierto que aterra, que espera; y en mis bolsillos unas pizcas de esperanza.
Luz
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Diseño y maquetación: Mariona Maresma
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