Ignasi Bosch

El sendero de las dudas

Por fin pudo despertar, fue como si el sueño se hubiera apoderado de ella como un demonio buscando el refugio de alguna inocente alma. Los primeros instantes fueron aturdidos, como estar despegándose de los largos sueños que reinaron su vida durante tanto tiempo. Al fin lo consiguió... despertar.
Sus ojos todavía se veían molestamente llorosos por la luz que se filtraba por la ventana. La única ventana de una pequeña, oscura y triste habitación... pero ya lo había conseguido... ya había despertado. Empezaba el nuevo día con ganas de descubrir de nuevo todas las cosas que la rodeaban. Abrió la ventana de par en par y la triste y oscura habitación adquirió otro aspecto... un aspecto más vivo y alegre... “esa luz...” pensó... tengo que llegar hasta ella... tengo que descubrir de donde procede... y emprendió su búsqueda.
Fijó su rumbo y con paso firme y decidido caminó y caminó.

Llevaba ya un largo camino recorrido cuando de pronto escuchó unos llantos que procedían de detrás de un matorral, y con cierta  curiosidad se dirigió hacia allí... Se encontró con una bella flor de hermosos y amplios pétalos que sin embargo parecía triste...

—¿Que te pasa? preguntó
—Soy flor sin serlo....respondió la bella flor
—¿Y cómo puede ser posible eso? preguntó con cara de asombro
—Pues tengo pétalos, tallo, hojas etc... pero sigo sin ser flor.
—No entiendo... ¿y qué te falta para ser flor?, a mí me lo pareces.
—No basta con lo que tú veas, más importante es lo que yo siento. Tú me ves flor pero no lo soy, pues yo no me siento flor.
—Sigo sin entender...
—Únicamente me falta sentirme flor...
—¿Y cómo puedes conseguir sentirte flor?..
—Seguramente si fuera flor me sentiría flor... como no me siento será que no lo soy.
—¿A no?...¿Y qué eres entonces?
—No lo sé... esa es la razón de mi tristeza.
—Si te sirve de consuelo a mí sigues pareciéndome flor... y pensaré en ti como flor... tú piensa que eres tú, porque a parte de flor eres tú, y eso nada ni nadie puede impedírtelo... y ahora sintiéndolo mucho tengo que marcharme, me espera un largo camino por recorrer todavía...

Y con paso firme fue alejándose sin retroceder la vista pero pensando en lo extraño de la situación.

Los paisajes que a su paso fue encontrando fueron curiosos, dignos de mencionar. Pasó por un bosque donde el azul de los brotes no era lo más llamativo pues los árboles iban cambiándose de sitio los unos con los otros, como siguiendo el compás de una singular melodía que solo ellos parecían oír. Cuando lo único que se podía escuchar era el tímido susurro de una brisa calentita que pasaba arras del suelo, pues cuando los árboles procedían al cambio lo hacían en un silencio escalofriante.
También atravesó un desierto donde los diminutos granitos de arena que a la sombra quedaban tiritaban como locos, provocando un sorprendente y espectacular efecto cuando al andar su propia sombra se movía con ella.

Otro lugar insólito fue aquel riachuelo miedoso. Después del caluroso y sediento viaje a través del desierto serpenteante se encontró de golpe con un valle, como quien cambia de pagina, de la arena a la hierba. Y unos pasos más allá un riachuelo con un agua plateada brillante como un rayo, parecía un espejo liquido que fluya muy lentamente. Cuando intentó mojarse los pies para refrescarlos después de la ardiente arena, el agua se apartó en un gesto miedoso. Era imposible alcanzarla, a cada paso se apartaba con un rápido pero tímido movimiento, como el de un banco de peces al intentar alcanzar alguno...
Precisamente cuando le quedaban unos pocos kilómetros para dejar atrás el valle un trueno estremecedor advirtió del suceso. Pero no fue un trueno como los que conocemos... parecía como oído al revés. Primero una leve reverberación que iba acercándose gradualmente hasta el crujir del trueno en sí. Pocos minutos después empezó a llover.. Bien... si a eso se le llama llover... el suelo empezó a humedecerse y de un charquito salió disparada una gota directa al cielo, que por cierto estaba despejado, después otra y otra hasta el chaparrón. Gotas corriendo hacia su hogar, como minúsculos cohetes partiendo para no regresar jamás.


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