Ignasi Bosch

Hablar

Aparte de la básica función comunicativa ¿qué otro sentido tiene?
De hecho el pensar no es más que dialogar, que hablar con uno mismo, o con el otro “yo” que discute, que duda, que aprende.
¿Hasta qué punto es “esencial”? ¿Qué sentido tiene pensar? ¿Por qué no sólo sentir? ¿No hace el hecho de pensar dejar en segundo plano lo puramente sensitivo?
El pensar también inf luye en ello, sentimos y seguidamente el pensamiento lo analiza, lo compara, lo juzga y lo clasifica... ¿no se pierde en ello parte del mensaje cognitivo esencial? ¿Cuál es ese punto de “no-retorno” a partir del cual ya no es únicamente lo que se siente? ¿Cómo apreciar objetivamente el mensaje? ¿Cómo interpretarlo de una manera totalmente fiel?
Las sensaciones más básicas, las más “esenciales”, simples y a la vez importantes nos son de gran facilidad reconocer y casi siempre resolver. Sabemos bien cuando sentimos frío, calor incluso cuando sentimos hambre, cuando sentimos sueño etc.. sabemos de sobra qué sensación produce, el pensamiento lo procesa, lo reconoce y seguidamente procede a analizar la situación, el remedio. Pero en muchas otras situaciones no lo percibimos con tanta claridad. Cuando se trata de sensaciones, quizá menos primordiales para la vida, el resultado depende en gran medida del condicionamiento principalmente externo o acumulado, cuando es el pensamiento quien lo interpreta.
(Cuando menciono “sensaciones” me refiero tanto a sensaciones “externas” tipo: las ya mencionadas frío, calor o a cualquiera producida por el tacto, oído etc... como también “sensaciones” puramente  “internas” como por ejemplo: Las también ya mencionadas hambre, sueño como también miedo, angustia, alegría etc... muchas de ellas producidas directamente por el cerebro, pero teniendo en sí mismas una fuente propia y una serie de razones de ser... Es decir, que englobo cualquier sensación, sentimiento etc en esa única palabra. También tener en cuenta que cuando uso la palabra “pensamiento” lo hago refiriéndome a las funciones ejercidas por el cerebro... más bien a la parte más “consciente” muchas veces influida directamente por el “inconsciente”, pues condiciona de una manera directa los pensamientos... a todo ese conjunto lo denomino en esta ocasión de esa forma... En ambas con la única intención de simplificar y dualizar el hecho).
En las sensaciones más básicas, que a la vez son las más obvias de experimentar, se reconocen de manera casi intuitiva, de una forma instintiva. Que tengan un nombre, una clasificación etc. o no los tengan es un hecho intrascendente, puramente eventual, pues los animales, que no tienen la cualidad del pensamiento consciente tienen la facultad de sentirlos y remediarlos de igual forma. En el caso de las sensaciones menos básicas, aquellas en las que el pensamiento juega un valor casi decisivo en su reconocimiento, las cosas resultan un tanto menos obvias. Hay sensaciones que si no nos las hubieran explicado, enseñado, nos resultarían de una tremenda dificultad reconocerlas. Póngase por ejemplo los sentimientos. Y en esos casos el “remedio” no es tan obvio ni tan lógico. Y mucha parte del problema reside precisamente en esa necesidad del “pensamiento” para “reconocerlo”, ya que se corre el peligro de confundirlos, o malinterpretarlos o incluso llegar a autosugestionarlos. Pero es en ese proceso de reconocimiento donde corremos el peligro de perder de vista la sensación en sí. ¿Por qué ese afán de clasificar? A parte de que cada persona es un propio mundo, habría que poner nombre a cada instante, pues cada instante es un bullicio, un constante flujo de información sensitiva. En cada momento sentimos, tanto externa como internamente... Pero como pasa con otros procesos “automáticos” como pudiera ser la respiración, el parpadeo etc... se conecta el “piloto automático” que en este caso ejerce de filtro de todo lo “habitual” dejando pasar únicamente lo “inusual” o lo más “urgente” o lo más “importante”... ¿Pero cuál es el criterio por el que se rige ese “filtro?” ¿Cuándo una “sensación” pasa a ser bastante importante como para ser sentida? Y una vez sentida ¿es la sensación propiamente “sentida”? Está claro que después de la “sensación” el cuerpo toma las medidas apropiadas (o al menos las que cree... o las que lleva escritas en el “manual”) para dar la sensación a conocer, sea cambiando las vitales o lo que sea.
Lo que nos lleva al punto de partida. ¿Es realmente sentida? ¿Cómo aislar esa sensación? ¿Cómo saber realmente lo que se siente? En esos casos se está demasiado a merced del pensamiento. Y de ahí esa pregunta de la introducción: “¿Hasta que punto es “esencial”? ¿Qué sentido tiene pensar? ¿Por qué no sólo sentir? ¿No hace el hecho de pensar dejar en segundo plano lo puramente sensitivo?” Evidentemente que todas ellas se refieren a este ámbito. No cuestiono ni pongo en duda el pensamiento. Pero ¿hasta qué punto es más importante, o más influyente que la “sensación”?. Más influyente está claro que lo es en muchas ocasiones... pero ¿le da eso más importancia?


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